viernes, 16 de junio de 2017

Galdós y la misericordia

En la segunda evaluación vimos detenidamente en las clases de Literatura del segundo nivel el realismo, ese movimiento literario capitaneado en España por el gran observador  Benito Pérez Galdós.  De todas las obras de este escritor, en las aulas del 2F y 2H llamó especialmente la atención “Misericordia” esa novela en la que Nina, una criada, realiza un gran acto misericordioso al pedir limosna para dársela a su señora, doña Paquita, para que esta no se enterara de que la pobreza había entrado en su hogar.   

En clase realizamos un comentario de texto de un fragmento, donde los alumnos pudieron comprobar esa manera tan peculiar de hablar de Nina y la ironía que desprendían sus palabras. 

Aprovechamos el interés que despertó la obra en la clase para inspirarnos en hechos misericordiosos que los estudiantes conocieran y en eso consistió el trabajo que realizaron para la tercera evaluación: una redacción sobre un acto misericordioso. 

Muchos de los alumnos siguieron la estela de Nina y contaron en sus textos cómo ellos, gente conocida o personajes imaginarios entregaban generosamente limosna. Sin embargo, algunos alumnos destacaron por la creatividad de sus redacciones  y por llevarse la misericordia a otro tiempo, lugar y temática.

Jaime González, alumno del 2F, sorprendió con lo que él ha llamado “deconstrucción de un cuento tradicional” y presentó una adaptación del famosísimo “Ricitos de Oro” donde el papá oso resulta ser muy misericordioso con esa Ricitos de Oro que se comió su sopa gracias a la intermediación del bebé oso. Puedes leer su redacción completa pinchando aquí.

Del mismo grupo destaca el relato creado por Óscar Chamborro, un estudiante con ganas y talento para ser escritor, que nos presenta a una rosa llamada “La Misericordia” que se interpondrá entre dos guerreros. ¡Te aconsejamos que no te pierdas esta magnífica historia! Pincha aquí para leerla.

Josefa Filip y Yenny Paola Rodas son las autoras de las dos redacciones del 2H seleccionadas para este post. La primera de ellas destaca por su creatividad a la hora de elegir el ensayo como género para este ejercicio. Nos propone a los lectores una reflexión, ¿quién es más misericordioso, el menesteroso o quien hace el acto de misericordia? Y para ello nos hablará de una célebre anécdota que recoge la narración de Cicerón y Plutarco. ¿Interesante, verdad? Pincha aquí y podrás leerla.

Por su parte, Yenny ha buscado inspiración en un relato de la Biblia para su redacción, nada más y nada menos que en la historia de Saúl y David. Como señala la propia autora en su trabajo, ha contado con sus propias palabras un fragmento de la Biblia porque para ella la misericordia “es una muestra de amor, fidelidad y compromiso. De dar sin esperar. Y no siempre es económica”. Lee el trabajo de esta alumna pinchando aquí.

Cuenta así la narración de Cicerón y Plutarco...






Relato de Josefa Filip
estudiante de nivel 2H

La misericordia es la disposición que tenemos los seres humanos a compadecernos de sufrimientos y miserias ajenas.
Como definición del término es muy esclarecedora su finalidad. Ahora bien, pongámonos en la piel de ese urbanita del siglo XXI, aquel con un “status social” envidiable, ejecutivo de una multinacional, con todos los extras en confort de vida: súper coche, vivienda con jardín, etc.

Humano que viste como un “gentleman” o una “beautiful woman” y arrastra todo el día la enorme bola cuál condenado. Acabada su jornada, llega a su refugio, coger la correspondencia, abre el correo. ¡Ohhh...querría morirse!
Extractos bancarios con una lista interminable de gastos en la visa, más los correspondientes recibos de los préstamos de las supuestas propiedades.
Ese es su precio por vivir en el llamado “estado del bienestar”. Aún así, cuando ande por la calle y si cruce con un mendigo, si es que, acaso lo ve y tiene tiempo para pararse en un gran acto de conmiseración le dejará caer unas monedas.

Llegados a este punto, yo me pregunto ¿quién es el menesteroso, quién hace el acto de misericordia?

Puede que los términos estén invertidos y sea el mendigo el que humaniza y alivia el sufrimiento del privilegiado.

Los publicistas, gente inteligente y observadora de cómo se mueve nuestra sociedad de consumo, detectaron dónde estaban nuestras necesidades y carencias y diseñaron un “slogan”, muy al propósito, que dice: “no es más feliz quién más tiene, sino quien menos necesita”.

A este respecto, contaré una anécdota protagonizada por el filósofo griego Diógenes de Sinope, en el siglo IV a.c., vivía como un mendigo, dormía en una tinaja y era sincero hasta la impertinencia.

Cuenta así la narración de Cicerón y Plutarco:

Congregados los griegos en el istmo, decretaron marchar con Alejandro a la guerra contra Persia, nombrándole General; y como fuesen muchos los hombres de estado y filósofos que le visitaban y le daban el parabién, esperaba que haría otro tanto Diógenes el de Sinope, que residía en Corinto.

Mas este ninguna cuenta hizo de Alejandro, sino que pasaba tranquilamente su vida en un barrio llamado Craneto; y así tuvo que pasar Alejandro a verle.

Hallábase casualmente tendido al sol, y habiéndose incorporado un poco a la llegada de tantos personajes, fijó la vista en Alejandro.

Saludole este y preguntándole enseguida si se le ofrecía alguna cosa, “muy poco”- le respondió; “que te quites del sol”. Dícese que Alejandro con esa especie de menosprecio quedó tan admirado de semejante animación y grandeza de ánimo que cuando retirados de allí empezaron los que le acompañaban a reírse y burlarse, él les dijo:
“Pues yo a no ser Alejandro, de buena gana sería Diógenes”.
  

La historia de Saúl y David






Relato de Yenny Paola Rodas
estudiante de nivel 2H


Había una vez un hombre llamado Saúl, capitán  de un ejército y rey de una nación. Saúl era también un hombre atormentado por su propia locura y sus pensamientos donde no encontraba paz. Escuchó de un joven llamado David que tocaba el arpa. Dijo a sus soldados que lo trajeran a su palacio. Una mañana, David comenzó a tocar y a cantar y Saúl en aquel momento experimentó una gran paz en su corazón. Saúl le tuvo gran cariño a David y todos los días tocaba para él, logrando ser su hombre de confianza, convirtiéndose también en el mejor amigo de su hijo Jonatán y casándose con la mano derecha de Saúl.

Al pasar los años David adquiriría sabiduría, fuerza, valentía y conquistaba y derrotaba grandes naciones. Saúl comenzó a sentir envidia en su corazón, al ver que David conseguía muchos triunfos que él no pudo conseguir. Saúl, dejándose llevar por su engañoso corazón, quiso matar a David. Saúl mandó a su hijo Jonatán a que lo hiciera, pero este, siendo el gran amigo de David, no lo hizo. Hicieron un pacto los dos por el gran cariño que se tenían. Jonatán prometió no matarlo y  David prometió que no tocaría a ninguno de su casa.

Saúl continuaba su acecho en contra de David, pero él huía para no hacer daño y cumplir la promesa que hizo a Jonatán. Un día, los filisteos atacaron la ciudad de Saúl. Mataron a sus hijos, todos los de su casa. Saúl se suicidó. Una criada logró salvar a un hijo de Jonatán y, mientras corría, el niño se cayó, quedó lisiado en muy malas condiciones. David quiso hacer un acto de misericordia con la casas de Saúl. Mandó a sus soldados a buscar si quedaba alguno vivo, dándose cuente de que existía el hijo de Jonatán. Lo ayudó, lo trajo a su palacio. El abuelo siempre lo persiguió sin tener libertad y teniendo que estar siempre escondido, decidió hacerse cargo de aquel joven lisiado y aunque David se convertía en rey, le dio todas las tierras y puso gente que lo cuidara y lo tomó en su casa como otro de su familia.

Deconstrucción de un cuento tradicional en pos de la misericordia






Relato de Jaime González Moreno
estudiante del nivel 2F

Érase una vez una familia compuesta por tres ositos que vivían en una casita en el corazón de un gran bosque.
El papá oso era muy grande, la mamá oso era mediana y el hijo era muy pequeño.
Un día, la mamá oso preparó tres platos de sopa para el almuerzo. La sopa estaba tan caliente que no se podía tomar y papá oso dijo: “Vamos a dar un paseo por el bosque mientras se enfría la sopa”. Los tres osos salieron de casa.
Acababan de irse cuando llegó Ricitos de Oro, una niña muy traviesa, que había salido a pasear sola por el bosque.
La joven miró por una ventan ay a l no ver a nadie, abrió la puerta, se acercó a la mesa, probó la sopa de papa oso y gritó: “¡Demasiado caliente”!, después probó la sopa de mamá oso y dijo “Demasiado fría”, por último, probó la del pequeño y estaba tan rica que se la comió toda.

La joven había comido tanto que le entró sueño, se dirigió al dormitorio. Allí vio tres camas, probó a acostarse en la de papá oso, pero se percató de que era demasiado dura, después probó la cama de mamá oso y se dio cuenta de que era demasiado blanda, por último, se acostó en la cama del pequeño oso que era la más cómoda, Ricitos de Oro se tapó y se acurrucó y se quedó dormida. Tal era la profundidad de su seuño que la joven no se percató de la llegada de los tres ocoso. Cuando estos entraron a la casa, se hallaban hambierntos y cansados, se acercaron a la mesa del comedor y con asombro e indignación papá oso exclamó: “¿Quién se ha comido mi sopa?”, “¿Y la mía?”, refunfuñó mamá osa, se fijaron en el plato de su hijo y también se lo encontraron vacío. “Aquel que haya hecho esto lo pagará muy caro”, sentenció papa oso dispuesto a encontrar al culpable.

Rebuscó por la casa y cuando llegó a sus aposentos encontró a la joven durmiendo plácidamente, se acercó con lentitud a la cama y d epuntillas mientras sacaba a relucir las enormes zarpas dispuesto a seccionar y desmembrar las carnes de aquella intrusa y justo antes de lanzar el primer zarpazo, el pequeño oso llegó a su lado para defenderla: “¿Qué haces papá?”, le preguntó el pequeño. “tengo que matarla hijo, se ha comido nuestra sopa sin permiso y los osos no permitimos tales ofensas”.

Por culpa d ela discusión, la joven se despertó con asombro y sorpresa, pegó un ligero grito presa del miedo y la figura amenazante de papá oso, se quedó parada y sollozando, “¿Lo ves?, no es ninguna amenaza, solo es una pobre muchacha que estaba perdida y hambrienta”. Razonó el pequeño, al que el padre no pudo discutir y se retiró de la estancia, pero cuando cruzó el umbral de la puerta, sintió en el corazón una asombrosa calidez por haber sido capaz de perdonar, hinchó el pecho de orgullo por su hijo, que le había enseñado que era lo correcto.

Los días pasaron y una joven ahora conservaba la vida y dejaba todos los domingos unos apaños para el cocido en un rinconcito del bosque en señal de agradecimiento, donde una familia de osos la recogía con gusto y cariño.  

El día de la rosa



EL DÍA DE LA ROSA


Relato escrito por Óscar Chamborro
estudiante del nivel 2F

                Esta historia no tiene ni lugar ni fecha, pero nos enseña más de la historia de la humanidad que un libro de este tema.
                Se disputaba una guerra sin bandos, de ideologías diferentes, pero no contradictorias. Eran esas guerras que no portaban fin alguno, tan solo llamar enemigo a tu amigo y viceversa.
                Murieron millones de personas, pero nacieron otros tantos.
                En una de estas batallas sin coordenada alguna se disputa el control de un campo con una flor, una rosa, “La Misericordia” era su nombre, pues fue la única flor que decidió crecer en un campo vadío, seco y crudo.
                Nadie entendía el porqué de esa flor, pero todos querían el control de ese campo. Un soldado decidió ir al frente, solo, con miedo pero valiente.  Avanzó hasta unas coberturas a aprenas dos metros de la bendita flor. Allí decidió quedarse el  joven soldado hasta que todo su ejército avanzase con él.
                Desde el lado opuesto del horizonte, otro soldado aventurado, pero cobarde, tomó su decisión de avanzar hasta la flor. Y allí se quedó, a los mismos centímetros que su enemigo de esa preciosa rosa.